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10 julio 2010

RESIGNIFICAR NUESTRA EXPERIENCIA

Después de mirar la película de Larrosa, y volver a pensar mi diseño de investigación, las ideas que quedaron de mi primera lectura de “La experiencia y sus lenguajes” cobran un sentido particular en mi proceso de aprendizaje: vuelvo al texto:

Tengo la impresión – dice Larrosa[1] - de que la palabra experiencia o, mejor aún, el par experiencia/ sentido, permite pensar la educación desde otro punto de vista, de otra manera. Ni mejor ni peor, de otra manera. Tal vez llamando la atención sobre aspectos que otras palabras no permiten pensar, no permiten decir, no permiten ver.
Pero - agrega- hay que tener algunas precauciones; y veo “Ensuciarse la lengua” como la traducción de esta concepción de la experiencia en el código de la imagen:
• Separar claramente experiencia de práctica, lo que significa pensar la experiencia no desde la acción sino desde la pasión, desde una reflexión del sujeto sobre sí mismo desde el punto de vista de la pasión. Mantener ese principio de receptividad, de apertura, de disponibilidad, ese principio de pasión, que es el que hace que, en la experiencia, lo que se descubre es la propia fragilidad, la propia vulnerabilidad, la propia ignorancia, la propia impotencia, lo que una y otra vez escapa a nuestro saber, a nuestro poder y a nuestra voluntad.
• Quitarle todo dogmatismo, toda pretensión de autoridad
• Evitar hacer de la experiencia un concepto: tal vez haya que pensarla como lo que resiste a cualquier concepto que trate de determinarla… no como lo que es sino como lo que acontece, no desde una ontología del ser sino desde una lógica del acontecimiento, desde un logos del acontecimiento.
• tratar de hacer de la palabra experiencia una palabra afilada, precisa, incluso difícil de utilizar, para evitar que todo se convierta en experiencia.


Entiende Larrosa que lo mismo ocurre con los lenguajes de la experiencia, con la narración, con el ensayo, con la crónica, que hay que reivindicarlos, pero que hay que procurar al mismo tiempo no normativizarlos y no trivializarlos y no hacer de ellos tampoco ni una moda, ni un fetiche ni un imperativo.

¿O ASISTIR A LA DESIGNIFICACIÓN DE LA EXPERIENCIA?
Alternativamente, Larrosa expone las ideas de tres pensadores para quienes lo que nos pasa no tiene sentido, no tiene relación con la vida propia, por lo que no puede llamarse, estrictamente, experiencia y, desde luego, no puede transmitirse:
Kermés habla de quienes vivieron los totalitarismos y concluye: “... la no elaboración de las experiencias y, en algunos casos, la imposibilidad incluso de elaborarlas: esa es, creo yo, la experiencia característica e incomparable del siglo XX”[2] .


Benjamin habla de la Primera Guerra¬: “... con la Guerra Mundial comenzó a hacerse evidente un proceso que aún no se ha detenido. ¿No se notó acaso que la gente volvía enmudecida del campo de batalla?[3]
Agamben habla de la vida cotidiana en una gran ciudad: “El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de acontecimientos –divertidos o tediosos, insólitos o comunes, atroces o placenteros- sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia [...] nunca se vio sin embargo un espectáculo más repugnante de una generación de adultos que tras haber destruido hasta la última posibilidad de una experiencia auténtica, le reprocha su miseria a una juventud que ya no es capaz de experiencia.[4]
Concluye Larrosa: Se podría trasladar a la experiencia de habitar un espacio escolar, si es una experiencia en la que lo que vivimos no tiene que ver con nosotros, si de la escuela, tanto si somos profesores como alumnos, volvemos exhaustos y mudos, sin nada que decir, si la escuela forma parte de esos dispositivos que destruyen la experiencia o que lo único que hacen es desembarazarnos de la experiencia. La segunda posibilidad sería protestar, retroceder posiciones, y volver a formular unas tesis menos radicales, de esas que son más constructivas, que provocan más unanimidades. La tercera posibilidad sería pensar si es posible vivir honradamente, también en educación, la imposibilidad de la experiencia, la falta de sentido, la ausencia de palabras, la conciencia de que no somos nadie.

ALTERNATIVAS EN MI PROYECTO
En relación con mi tema de investigación, me pregunto cuál es la opción de los maestros de la escuela pública uruguaya después de una jornada entre una clase y otra, entre padres, alumnos, autoridades, cuando llega la hora de los requerimientos familiares y aún necesita el tiempo de planificar ¡incluyendo la XO! ¿Queda un sustrato a partir del cual construir un discurso propio? ¿Encontrará al interlocutor –sobreviviente de la vorágine cotidiana?

Estas imágenes me llevan al encuentro de otro autor que conocí en este posgrado - Zigmunt Bauman - quien me ha mostrado el mundo que habitamos desde la perspectiva siguiente:
 Un mundo de cambio permanente desafía la verdad del conocimiento existente. Para quienes fuimos formados en la solidez de las posesiones, el uso instantáneo y desechable es difícil de aceptar: El conocimiento es una mercancía, cuyo destino es perder valor de mercado velozmente y ser reemplazado por otras versiones nuevas y mejoradas: “el aprendizaje está condenado a ser una búsqueda interminable de objetos siempre esquivos que, para colmo, tienen la desagradable y enloquecedora costumbre de evaporarse o perder su brillo en el momento en que se alcanzan”[5]. Ante esta mirada alarmante de Bauman, ¿Cómo pueden sentirse los trabajadores maestros que asisten por centenas a cuatro charlas de dos horas para aprender a usar las XO?
Los maestros de las escuelas uruguayas se encuentran hoy habitantes de la modernidad líquida, pero, a diferencia de sus alumnos, no nacieron con ella: estos la viven naturalmente, aquellos sobreviven a los avatares de la sociedad de la información, incluido el plan Ceibal, potente modificador del trabajador docente quien es, básicamente, un ser humano.
Sabemos que el acceso a las fuentes personales y documentales dependerá notablemente de nuestra habilidad para penetrar en las rutinas cotidianas y en los contextos de acción.
¿Qué técnicas de recolección de datos para mi investigación resultarán más apropiadas? La observación será tan participante como lo permita la receptividad de las escuelas, cobrando relevancia informacional los gestos, las miradas, las posiciones, los silencios… que interactúan, además en la comprensión de significados, con lo que se escucha, formal o informalmente, en las entrevistas o el diálogo espontáneo.

“La experiencia de la vida diaria se comparte, y una investigación de esta experiencia y de estos mundos intersubjetivos de vida requiere métodos y prácticas que permitan la reconstrucción comunicativa e interactiva de esos “conocimientos internos”, a través del diálogo, de la observación directa, de la participación activa y de la recreación de espacios donde los sentidos sean generados a partir de las prácticas comunicativas de los actores y no a través de los lenguajes formalizados de los observadores externos.”[6]


Creo que los grupos de discusión integrados con maestros de las escuelas estudiadas –al decir de Alonso, como sujetos colectivos que se identifican grupalmente, al entrar en una red de oposiciones y conflictos - brindarán información sobre los significados y creencias sociales, por lo que es importante que haya maestros de diferentes generaciones, antigüedad en la escuela, radicados en distintos barrios, con diferente integración familiar, con diferente cantidad de horas-clase, trabajadores solo de la enseñanza o no. ¿Estarán dispuestos a ceder un poco de su escaso tiempo para estos encuentros (o desencuentros)? Ese tiempo que, según Bauman, en la modernidad líquida registra la transformación del tiempo lineal en puntillista: una eclosión fragmentaria que provoca la ilusión de un permanente renacer en la búsqueda de ser, paradójicamente, uno mismo.

¿No resulta contradictorio este tiempo puntillista con ese “dejarse llevar por el entorno” que caracteriza al investigador etnográfico? ¿No responde más a una linealidad temporal?
Creo que, en tanto actitud, el dejarse llevar trasciende la linealidad, y aún permite un trasiego y hasta una multiplicidad de lugares. De la experiencia de los renaceres puede darse un cambio cualitativo al final del camino.
Estoy pensando en otras formas de experiencia, que tal vez nos cuesta comprender como tal, pero es la que nos habilita la navegación en la liquidez de la modernidad, y nuestra visión- en el sentido que le da Alonso- ha de ser una mirada social de apertura al sujeto y a los actores en un proceso reflexivo de producción mutua.


[1]Conferencia: «La experiencia y sus lenguajes» Jorge Larrosa
[2]conferencia pronunciada en Hamburgo por el escritor húngaro Imre Kertész
[3]Walter Benjamin, “El narrador” en Para una crítica de la violencia y otros ensayos. Madrid,. Taurus,1991
[4]Giorgio Agamben Infancia e historia. Ensayo sobre la destrucción de la experiencia. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2000
[5]Bauman, Z. (2005). Los retos de la educación en la modernidad líquida, Barcelona: Gedisa
[6]Alonso, L.E.: La mirada cualitativa en Sociología. Una aproximación interpretativa, Editorial Fundamentos, Madrid: 1998. Introducción: la mirada hermenéutica

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