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28 julio 2010

OTRA DIMENSIÓN




Nuestro último encuentro en el IPES quedó en mi memoria- y supongo que en la de tod@s- asociada a imágenes, palabras, sonidos, colores, sabores, portadores de conceptos y de afectos que, como el contorno del copo de nieve, crece un poquito más en cada uno de los infinitos ciclos, paradójicamente, en una superficie menor que el círculo que inscribe la primera figura que lo genera.
En principio, pensé nombrar esta entrada como cierre de un círculo cuyo contorno estábamos completando, pero sentí que ahora ya no estábamos en la misma dimensión, así que la curva se transformó en un fractal: como el que identifica nuestro posgrado, elemento que mantiene su identidad a cualquier escala, y puede reproducirse hasta el infinito formando nuevas combinaciones, en las que el componente inicial es siempre el mismo y el conjunto siempre diferente. De la repetición continuada del proceso básico se deriva una realidad siempre distinta, siempre en crecimiento y cuya característica principal es, en muchos casos, lo imprevisible de su configuración futura.




En la reseña del texto de Simons y Masschelein -Sobre el precio de la investigación pedagógica- escribí que  comportarse como un fractal podría entenderse como la repetición del proceso de búsqueda de uno mismo pero situado en un yo cada vez más cuidadoso de sí, como hombre que vive, piensa y actúa en la sociedad que está investigando. Pero también cada vez más expuesto a lo impredecible que de esa sociedad pueda percibir, potenciado por el crecimiento del yo.
Ahora, en la última actividad de este seminario hemos tomado las palabras del primer encuentro, aquellas que fueron el motivo de "La clase de las palabras", con la consigna de seleccionar las que quisiéramos regalar a uno de nuestros compañeros. Con ellas, "acomodadas" en  una tarjeta artesanal, intercambiamos nuestras preferencias, nuestras resignificaciones, nuestros deseos, esperanzas, sentimientos y conocimientos.
Recibí estas:

Los significantes eran los mismos que el primer día, pero los significados cobraron una nueva dimensión porque los enlaces, los tejidos, los creadores y los destinatarios eran otros, docentes también transformados en el espacio-tiempo, en un proceso de socialización mediado por saberes, situado, al decir de Kusch[1], gravitado por el suelo que habitamos, como ese domicilio existencial donde buscamos, codo a codo con los otros, y casi chapoteando, sentidos que orienten nuestro hambre, que va desde el pan hasta la divinidad.
[1] Geocultura del hombre americano