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30 junio 2010

VOLVER A MI PROYECTO

El mensaje que Larrosa trasmite en su película, mediado por los aportes de los profesores, permite volver a pensar mi diseño de investigación:
Indagar acerca del impacto del Plan Ceibal en el trabajo de los maestros de escuelas pertenecientes a contextos socioculturales diferentes, me ha de llevar al recorrido de un campo conflictivo pues las maquitas verdes, con todas sus potenciales virtudes, ha venido a conmover la tradicional gramática escolar y la vida de sus protagonistas. Entiendo que, aunque el plan Ceibal se aplica a todo el país  hago un recorte microsocial de la realidad, porque  mi investigación focaliza en las interacciones, interpretaciones y experiencias subjetivas.

¡Son tantas mis preguntas! ¿Qué respuestas encontraré en cada maestro? Yo tengo algunas ideas, que han sido la base para pensar mi investigación, sin embargo, tengo que aprender a escuchar e interpretar cada versión, cada opinión, cada necesidad, cada protesta, desde su propio lenguaje, desde su propia vivencia. Tal vez alguno me hable de sus tiempos atropellados y otro de lo que no creía que podía lograr, o alguien descargue su enojo en mi presencia o asista a encuentros y desencuentros que, sin hacer a mi propósito inicial, no pueda eludir. Respuestas a preguntas no formuladas, los aconteceres cotidianos de un universo hasta entonces desconocido, darán sentido a los aparentes sinsentidos.
¿Cuántos tropiezos? ¿Cuántas recuperaciones?

La escuela, tradicionalmente universalista y homogeneizadora, necesita ser conmovida por la constatación de las múltiples e insospechadas formas de entender, sentir y realizar el trabajo docente, diversidad generadora del extrañamiento propio del proceso de investigación etnográfica.
El investigador es un mediador, un traductor entre dos mundos separados hasta ese momento. En nuestro caso, el mundo del trabajador maestro con la XO en el aula y los demás. Entre “los demás” interesan especialmente quienes tienen relación directa y poder de decisión sobre el CEIBAL. Pero también importa difundir las voces de los protagonistas de una historia real, que, argumentación mediante, permite modelizar el estado de cosas en la situación particular, objeto de nuestro estudio.

Para cumplir con este rol, el investigador etnográfico debe salir al campo: en nuestro caso las escuelas seleccionadas. "El “campo”, concebido ahora menos como un lugar diferente y separado que como un conjunto de prácticas de investigación corporizadas, de pautas de separación, de distancia profesional, de ir y venir"[1]; es el que encuentro en las escuelas donde viviré la experiencia de mi querer ser investigadora.

[1]Clifford, J. (1999). Itinerarios transculturales. Barcelona: Gedisa